domingo, 3 de agosto de 2008

INSOMNIO DE OTOÑO

Perdida en las vueltas del insomnio me descubro añorando el amarillo que poco a poco se combina con el rojo, el verde o el ocre.

La neblina de un día húmedo ilumina el camino, lo baña, lo abraza y provoca la melancolía de los viajantes que animados por la belleza insólita de una mañana fresca se internan en un bosque e iluminan sus caras con los rayos que traviesos se filtran entre el follaje.

En mis ojos cerrados se albergan esos gansos que se alistan para volar, muy juntos hablan de su tierra, despiden sus ojos del verde y poco a poco van al sur dejando el campo desolado pero lleno de esperanza porque saben que siempre habrá un año que viene.
En el lago aún vuelan mariposas velero. Los navegantes arrancan del verano los últimos espacios tibios. Los ojos de los que gozan el vaivén del agua y la caída del sol reposan y sonríen, saben que por mágico que parezca, ese espectáculo es cierto, es suyo y permanecerá aún cuando los meses sean distintos, las caras sean otras o el cielo cambie sus colores para dibujar paisajes nuevos.

Los senderos acogen nuestros pies que trituran a las hojas que crujen, quisiéramos caminar con cuidado, flotar para dejar la alfombra intacta, pero el peso de nuestra alegría nos impide elevarnos y entonces comprendemos que esas hojas murieron, y nos conforta entender que serán el alimento de las que nacerán en una nueva primavera.

El viento que sostiene el viaje de las mariposas anaranjadas susurra recuerdos a los oídos de los seres queridos.

Una mañana huele a café y un abrazo nos espera. Luego el día se viste de sorpresa para llevarnos a pasear por in imaginados lugares donde seremos felices.

Reconocemos las caras de los amigos y nos alegran.
Descubrimos que el cariño parece el mismo pero es más y más grande.
Las calles se tatúan en la memoria, se aferran, se deslizan con gracia y nos regalan colores que no parecen ciertos.
Y otra vez una tarde, junto al río, las gaviotas se escuchan, juegan en el agua, se pierden con la noche, duermen y descansan de su labor de sorprenderme con su incansable vuelo. Vuelo que me recuerda al viaje vivido desde la ventanilla, donde la geografía llena mis ojos, las nubes me regalan la calma y el espacio aéreo sostiene la sonrisa o la lágrima de la alegría de saber que lo que hoy parece estar en las vueltas de un insomnio está en realidad en una esperanza y en el fondo cálido de mi corazón.




Kikey / 22 de septiembre de 2007

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