En el campo los girasoles se desatan,
levantan la mirada y descubren el cielo azul y el aire limpio.
Cada pétalo sonríe,
respira profundo y encuentra el espacio perfecto para la esperanza y el aliento,
para que cada tarde cuando el sol duerma,
los suaves amarillos sepan que habrán otros amaneceres
y que volverán a abrirse esperando esos ojos azules
que los miren con ternura.
Marcia Trejo
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