domingo, 3 de agosto de 2008

Al personaje de este cuento le era doloroso mantenerse en los límites del mundo aéreo.
El congestionamiento no le importaba, la cabina no era confortable, ella no vino y los momentos felices parecían alejarse conforme el avión avanzaba entre la bruma.
Los pasajeros no notaron nada, las aeromozas no se percataron, el tablero de controles no marcaba pero él no se dio cuenta. Pensar en ella había sido peligroso siempre, pero nunca como ese domingo en el que el aterrizaje forzoso por suerte no dejó víctimas. Salvo un piloto diagnosticado con fractura de corazón.



Marcia Trejo

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