domingo, 3 de agosto de 2008

NEW YORK CITY


Lo primero en mi mente es la imagen del unicornio.
Las calles de Nueva York lo acogen extrañadas, mis ojos como algo más normal lo descubren blanco y azul con la mirada triste. El taxi se atora, estamos rodeados, porque de pronto somos un carro entre muchos unicornios. Distingo al azul, ya que los demás son color naranja. El primero sonríe. Yo sonrío. Poco a poco se hacen a un lado y el taxi comienza a avanzar despacio.

La estación del tren se ve a unas cuadras. Me espera el mar.
Me esperan sus ojos, que no sé por qué antes eran azules y ahora son color miel.
Y no sé por qué sé que son color miel, porque todavía no nos encontramos y sé que la última vez que lo vi eran azules.

Un sonido como de arrullo japonés se escucha entre los unicornios. Y sé que es japonés porque distingo, Shiawase, la palabra felicidad, pero luego escucho hapiness, bonheur, alegría, escucho siamo molto felici y entonces comprendo que estoy en una historia fragmentada, que me han quitado páginas, que una línea tachoneada me impide saber cuando salí de Nueva York y por qué estoy ya en Maine, si en ningún momento subí al tren.

Afortunadamente entre rayones y tachaduras, puedo ver una vez más a los unicornios y aunque sea sólo en un párrafo, me encuentro un instante con el hombre del mar. Desafortunadamente no veo el color de sus ojos, porque a la página le falta esa parte, y entonces, sin habernos mirado tiernamente… distingo al azul ya que los demás son color naranja, el primero sonríe. Yo sonrío. Poco a poco se hacen a un lado, el taxi comienza a avanzar despacio… y me doy cuenta de que algún gracioso, puso la 8 después la 124 y de que estoy otra vez en el taxi tratando de llegar la estación para ir a Maine, donde tal vez, alguna vez vuelva a encontrar esa mirada.




Marcia Trejo

No hay comentarios.: