lunes, 14 de agosto de 2017

Alina no se dio cuenta, siguió horneando sus panquecitos como todos los días. La mesa tenía  ese florerito con pensamientos,  la harina chisporroteaba por todos lados, los moldes esperaban ansiosos abrazar los sabores de cada panqué y todo parecía igual que siempre.

El problema empezó  esa media mañana en que después de entregar los panquecitos, éstos comenzaron a venderse.  La gente en la cafetería no había notado nada al principio, porque la chica que compró el primero y  un café, se había sentado afuera pensativa y verla llorar no había sido una sorpresa, luego todo fue notándose más, porque la señora Eva que era tan alegre, pidió el tradicional  de chocolate con chispas de colores,  acostumbraba pedir ese y mientras lo mordía, platicaba un poco con la boca llena, de lo lindo que estaba el día, de los planes que tenía para la tarde, etc. y ese medio día mientras el pan entraba a su boca, ella fue quedándose callada, taciturna, con un aspecto triste.  
Los panquecitos se  acabaron –como siempre-  el negocio era un éxito, lástima que a  Alina ese día no le bastaba eso para no sentirse tan infeliz como para no haber sazonado los panquecitos con tanta melancolía y tanta amargura.



Marcia Trejo (kikey)

Toda la mañana he oído una sierra talando el pino que alegraba mis ojos. No era mío. Y nada es para siempre. Espero que tampoco la tristeza.


Ángeles Mastreta

miércoles, 9 de agosto de 2017


Atardecer en La Isla de Orleans en Québec, Canadá.
Foto: Marcia Trejo (Kikey)
Hice pedazos el abecedario
y lo lancé a los charcos que me regaló la lluvia
que ahí se pierda cada letra
con la que he podido escribir esos nombres
los nombres de los dueños de esas miradas
de los dueños de esas sonrisas
de los dueños de estas incertidumbres
que cualquier coche
lance inclemente a la cara de alguien
los no nombres
para que ahí florezcan, para que ahí germinen
para que se alejen de mí
y me dejen respirar
y caminar al ritmo del olor a tierra mojada.


Marcia Trejo (Kikey)

MI JARDÍN

La única planta de mi casa es una yuca en la cochera. Dentro de su follaje viven una libélula y una lagartija; el sonido del aleteo de la libélula y el rumor que hace al correr la lagartija me confirman que ahí están. Jamás las he visto y ambas creen que nunca las he escuchado, pero gracias a ellas siento que tengo un jardín.


 Margarita Ladrón de Guevara H.