miércoles, 20 de noviembre de 2013

La historia fue así (y conste que estoy diciendo fue, cuando más me gustaría decir: es). 
Nos conocíamos, nos habíamos visto, pero pocas veces habíamos cruzado palabra. Creo que no me caía bien,  aunque tampoco recuerdo que me cayera realmente mal. De lo que él pensaba de mí, yo no tenía ni idea.
Una tarde yo hablaba con alguien de un lugar que me gusta, hablaba yo con mucha pasión y pasó él. Como según supe después él también conocía ese lugar, se insertó en la conversación y en un momento que  no recuerdo, la persona con la que yo hablaba se fue y nos quedamos hablando él y yo.
Esa fue la primera vez que fuimos conscientes el uno del otro, o al menos yo de él.  No sé si pasarían uno o dos meses, hasta que una noche coincidimos en una fiesta. Había mucha gente, que poco a poco se fue yendo, ese fue el primer dia en que lo vi y pensé que era muy guapo. En aquel momento no, pero ahora pienso en Sthendal, porque él dice que para que algo sea hermoso, hay que verlo el tiempo suficiente y yo por primera vez tuve tiempo para mirarlo. Esa noche ha sido una de las mas sorpresivas y dulces de mi vida.
La historia que escribiría él, quizá sería distinta, no lo sé y la mitad de las veces me gustaría saberlo y la otra mitad no.
El caso es que ese encuentro, esas palabras y esos besos abrieron el capítulo de una historia que me ha hecho feliz. Feliz es ese estado en el que aún lo absurdo, lo incorrecto, lo imperfecto, lo temido, etc, pasan cierta o engañosamente como algo bueno. 


Yo.