lunes, 31 de mayo de 2010


La tarde se quedó en tus manos

y estabas lejos.
Te ofrecí esta tonta angustia
de la edad que avanza
y, aunque no vi tu cara,
sentí tu compasión irónica,
esas semillas de solidaridad
que siembras en eso que llamo mi alma.
(Estoy seguro de que dirás
que esta especie de poema
es demasiado personal
y que a nadie le importarán
los arreglos autobiográficos
hechos en la madrugada
del cuarto de hotel.
No tienes toda la razón.

Esto nos pasa a todos,
aunque algunos no tengan
unas manos que recojan
la soledad solemne
o la cálida burla que la funde
volviéndola cenizas y que, a veces,
ridícula ave Fénix,
se levanta de nuevo
y se refugia en el costado
donde tiembla la carne
y el minuto dibuja un pentagrama
divertido y fatal
como un bolero de 1939.)

Te digo que, burla burlando,
el tiempo nos amansa,
al contemplar los "muros de esta patria"
nos domina la risa.
Al fin, señora, todo permanece,
todo flota en el "polvo enamorado".



Hugo Gutiérrez Vega

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