jueves, 26 de enero de 2017

“LEER A LOS AMIGOS”
Por Nivardo Trejo
#CarmenVilloro


            Dice Carmen Villoro en el prefacio de LEER A LOS AMIGOS que “la presentación de un libro es una acción eminentemente afectiva” y yo lo suscribo aquí ahora mismo. Desde que Carmen Villoro abrió mi clase de Literatura Contemporánea y Sociedad con su texto poético Obra negra, en el verano del 2011, ella y yo comenzamos una intensa y hasta íntima amistad, aunque se esté apenas ahora enterando. En aquel momento ella me dijo al oído que “las palabras que nunca llegaron a la última versión tal vez eran mejores [porque] Tienen la gracia de las cosas perdidas: la puerta que no abrimos, el amor olvidado”. Luego nos vimos la cara en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en el 2015, entre la demasiada gente nos dimos un abrazo y se fue a leer sus poemas incluidos en la Antología General de la Poesía Mexicana de Juan Domingo Arguelles. En aquel fastuoso momento yo empecé poco a poco a, lo que ella llamaría, “Memorizar lo que no fue [a] recordar lo que será”. Por eso suscribo que presentar un libro es una acción afectiva: en pasado y en futuro. 

De mi lectura de LEER A LOS AMIGOS me nace una pregunta y luego otra: ¿De qué sensibilidad proviene un libro que contiene textos que hablan de otros libros y de otros autores? ¿Acaso no es éste un gesto de humildad y de puro goce por compartir? Me siento en medio de un proceso narrativo que imbrica a otras narraciones de forma análoga a LAS MIL Y UNA NOCHES de Abu Abd-AllahMuhammad, o bien, a INCEPTION [El origen] de Christopher Nolan. De repente me encuentro leyendo la ágil y poética pluma de Carmen Villoro y al mismo tiempo conozco y reconozco a Hugo Gutiérrez Vega, a Jorge Esquinca, Mónica Ornelas o Ricardo Yáñez. 

LEER A LOS AMIGOS funciona como una ventana, un anzuelo o un trampolín. En los tres casos lanza al lector por todo lo alto y lo lleva a encontrarse con otros universos narrativos, diferentes sensibilidades, distintas propuestas. Es una suerte de hipertexto que le propone al lector elegir su camino de entre varios posibles. Así pues, tú lector, puedes tomar atajos o trayectos más largos, puedes elegir al azar o puedes seguir la ortodoxa práctica de ir de la mano del índice.  Puedes hacer prácticamente lo que quieras. Hasta dejar de leerlo y regresar sin preocupaciones para continuar con nuevas rutas. 

LEER A LOS AMIGOS es un artilugio que dialoga con las nuevas formas de enfrentarse a un texto. Comparte características con el relato digital, por ejemplo: Vincula autores, inserta textos originales, manipula conceptos, genera hipervínculos. Sólo falta darle un clic a alguna palabra para que se abra de manera tridimensional su definición. De esta manera, las letras de Carmen Villoro funcionan como un laberinto de 57 puertas que abren posibilidades y pasadizos secretos. ¡Qué fascinante libro análogo, pero con espíritu digital!

Carmen Villoro en su afán alquímico presenta en frasquitos como capítulos, invitaciones seductoras, caricias textuales, guiños provocadores hacia la obra de sus amigos. 
A través de esta mística, tú lector-lectora, vas a enterarte que VENIR DEL AGUA, texto de Karla Santodomingo “es un oleaje preciso que baña el interior y rompe en la orilla del lenguaje”. Que “Elenita [Elena Méndez] busca por primera vez en la vida el bien para sí misma” con su texto BOTANA VIRIL. O bien, encontrarás que el tema de ‘los amigos’ aparece en BUSCADO AMOR de Hugo Gutiérrez Vega y que junto con la idea de El “nosotros” son constantes en la poesía del autor, y como muestra un botón:
Éramos pequeños frutos
Demasiado verdes 
Y ya desprendidos de las ramas.

Éramos grandes preguntas 
Absortas en la noche.

Éramos el rescoldo de la hoguera,
Los enrojecidos restos
De una antorcha.

Y Así, andar con la mirada y los sentidos expuestos, las presentaciones que Carmen Villoro hizo para sus amigos, es hacer un road-trip por la carretera de 20 años de su escritura, de su poética, de su proceso creativo, de los giros de su lenguaje. Leer su prosa es como hacer una carrera xtrail. Es decir, “correr fuera de pista” de la pista del poema y enfrentarse a senderos de montaña, huellas, rastros o caminos secundarios. Yo que soy un lector intrépido, o de eso al menos me jacto, leer el devenir de la escritura de Carmen Villoro ha sido cruzar arroyos y ríos, con grandes trepadas y abruptas bajadas.  

No quisiera ser un ‘spoiler’ del contenido, los textos o los autores que incluye esta obra. Quiero ser lo que ella fue para sus amigos: un puente, una enramada o un par de alas, para llevarlos a ustedes lectores, a formar parte de este andamiaje de amistades que saben de los placeres de compartir la literatura. 


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