jueves, 11 de julio de 2013


Y ahora una digresión 
Consideremos esa variante del amor 
que nunca puede llamarse amor

Son aislados instantes sin futuro

En la ciudad donde estaré tres días
nos encontramos
Hablamos cien palabras

Pero un brillo en los ojos un silencio

o el roce de las manos que se despiden
prende la luz de la imaginación

Sin motivo ni causa uno supone

que llegó pronto o tarde
y se duele
('no habernos conocido...')

E involuntariamente ocupas tu fiel nicho

en un célibe harén de sombra y humo

Intocable

incorruptible al yugo del amor
viva en lo que llamó De Rougemont
la posesión por pérdida.




José Emilio Pacheco
Otoi que j'eusse aimée

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