viernes, 7 de junio de 2013


    El lápiz labial oculto en el cilindro espera el momento de encender los labios. Rito de iniciación para la niña que adelanta el tiempo en el espejo, instrumento fiel de la mujer adulta, cómplice de la vejez desmantelada. Signo de elegancia sutil o de febril desorden, según el tono de su sangre, el matiz particular de su ánimo mate o nacarado. En una servilleta, carta, camisa blanca, signa la mujer su territorio de intimidad y poder; guarda en el bolsillo el arma que sólo puede ser desactivada por los besos de un hombre.



Carmen Villoro

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