lunes, 4 de julio de 2011

Olvidos

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Un día me dijeron que siempre se acordarían de mí y me pareció poco. ¿De qué me sirve que te acuerdes de mí si ya no volveré a tenerte?, le pregunté y colgué el teléfono para estar a gusto en mi desconsuelo. A partir de entonces, cada tarde y luego con un ritmo de un día sí y un día no -fiel a su palabra-, me llamaba y conversábamos largamente. Aquellas pláticas furtivas dejaron de parecerme poco: me alegraba su voz, me alegraba enterarme del curso de su vida, saber lo que hacía o lo que iba a hacer.


Ya no puedo acordarme de ti tan seguido, me dijo una vez, y yo volví a hundirme en mi tristeza: Pero entonces, ¿Cada cuando vas a hablarme?, le pregunté, y me dijo que lo haría los lunes solamente, pues ese día tenía tiempo. Y otra vez sentí que era muy poco. Pero no eran tan poco: los lunes irradiaban una luz que cubría hasta el sábado y sólo el domingo me sentía infeliz. Eso duró no sé cuántos meses. Hasta que otro día me dijo que le costaba mucho trabajo acordarse de mí. Y dejó de llamarme.

Han tenido que pasar muchos años para que llegara a entender que un recuerdo jamás es poca cosa.


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Oscar de la Borbollafragmento de Olvidos, del libro "La libertad de Ser distinto".

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