jueves, 15 de agosto de 2013


Dicen que todas las noches la bibliotecaria cierra Moby Dick para que no se moje la alfombra; guarda el Quijote para que no deambule Don Alonso; pone en su caja las cartas de Cortés y el mamotreto de Bernal Díaz del Castillo para que cesen los gritos; recoge las gafas de cualquier Quevedo; revisa que el Dante esté apagado, cierra todas las puertas de Madame Bovary e impregna de insecticida la metamorfosis de Kafka.





Jorge F. Hernández


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