sábado, 2 de marzo de 2013



Ellos me vieron pasar muy contenta con flores. Como tenía un semblante tranquilo pensaron que ya me sentía bien. Las semanas anteriores algunas veces me veían llorosa o escuchaban la música triste que salía de mi departamento como un grito de auxilio. Yo era hermética y recorría los rincones de la casa y las calles por esa orillita que me detenía para no quedar tirada de la pena. Parecía increíble que toda la debilidad viniera de no verlo, de que no me viera, de saber que pasaba por aquí y no se detenía. Habían sido muchos días de mal comer, de hacer todo a medias y de verme opaca, pero ese día estaba mejor.

Antes, cuando él pasaba de largo yo sentía que me arrancaban pedazos de corazón y que mis piernas y brazos no se sostenían ni sostenían. Pero siempre esperaba el día en que él se diera cuenta.

Algunas veces era muy doloroso verlo tan de lejos. Pero ese día el dolor se hizo una puñalada porque lo vi con ella.
Todo transcurría normalmente mal, no había mucho de qué preocuparse, pero esa tarde los vi.
Ella estaba mirándolo cómo yo lo miraría y él la miraba a ella como yo quisiera que me mirara.
El dolor del desprendimiento de mi alma me secó la boca, me secó los ojos y me dio la fuerza que no me había dado su ausencia.


Yo no la conocía, pero otro día la conocí, hablé con ella y fue peor aún porque descubrí que era una buena persona. No soporté verla muchas veces, sólo las necesarias para que ella se descuidara y yo pudiera ponerle tres gotas en el café.

Él se alejó de aquí, no sé si por la sorpresa de su muerte, ni siquiera supe si le dolió mucho, si estaban juntos realmente o si aquella tarde se habían encontrado como se encuentran dos ex compañeros de colegio.
Lo que sí sé es que este vacío provoca la explosión de mi llanto. Sé que quiero verlo pero al menos estoy tranquila porque no está con ella. Lo sé porque a veces le llevo flores; no muy seguido, porque no la conocía tanto.




Marcia Trejo  / Kikey

No hay comentarios.: