miércoles, 1 de junio de 2011

I.
Todo el día las horas me regalan prisas, risas, trabajo, afectos, sorpresas, cuentos, poemas, haikús, comidas sabrosas, gestos amables, gestos indiferentes y alguna que otra cosa que me desagrada (de los otros y de mí misma).

II.
Luego llega la noche y aunque viene con sus horas y minutos, me parece que mezcla todo en un remolino que puedo ver desde fuera y al que de repente me deslizo.
Girando dentro también veo a esa persona que de modo irresponsable tuvo el atrevimiento de entrar a mi corazón. Lo veo dentro y fuera del remolino. Unas veces porque yo quiero meterlo, otras veces porque él quiere entrar y otras porque ese remolino de algún modo, es también pura mágica confusión.

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