Subo
al barco y en ese momento me doy cuenta de que el destino ya no está en
mis manos. Me siento a mirar las estrellas e imagino que sabrán a donde
vamos, o que al menos iluminarán el camino para irlo descubriendo. El
mar vestido de negro se abraza del cielo que duerme. Nada parece pasar y
sin embargo el corazón sabe que el suave movimiento que nos arrulla,
tal vez esconde el sueño de llegar a esa otra orilla.
Kikey (M.T.)
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