No me llames extranjero
porque haya nacido lejos
o porque tenga otro nombre la tierra
de donde vengo.
No me llames extranjero
porque fue distinto el seno
o porque acunó mi infancia
otro idioma de los cuentos.
No me llames extranjero
ni pienses de dónde vengo.
Mejor saber dónde vamos,
a dónde nos lleva el tiempo.
No me llames extranjero
porque tu pan y tu fuego calman
mi hambre y mi frío
y me cobija tu techo.
No me llames extranjero.
Tu trigo es como mi trigo,
tu mano como la mía,
tu fuego como mi fuego,
y el hambre no avisa nunca,
vive cambiando de dueño.
Si siempre quedan iguales
en el adiós los pañuelos
y las pupilas borrosas
de los que dejamos lejos
los amigos que nos nombran
y son iguales los besos
y el amor de la que sueña
con el día del regreso.
No, no me llames extranjero.
que es una palabra triste,
que es una palabra helada,
huele a olvido y a destierro.
No me llames extranjero.
Mírame bien a los ojos
mucho más allá del odio,
del egoísmo y el miedo,
y verás que soy persona.
NO PUEDO SER EXTRANJERO.
1 comentario:
Me encanta este poema, todo lo que dice y lo que subyace.
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