“LEER A LOS AMIGOS”
Por Nivardo Trejo
#CarmenVilloro
#CarmenVilloro
Dice Carmen Villoro en el
prefacio de LEER A LOS AMIGOS que “la presentación de un libro es una acción
eminentemente afectiva” y yo lo suscribo aquí ahora mismo. Desde que
Carmen Villoro abrió mi clase de Literatura Contemporánea y Sociedad
con su texto poético Obra
negra, en el verano del
2011, ella y yo comenzamos una intensa y hasta íntima amistad, aunque
se esté apenas ahora enterando. En aquel momento ella me dijo al oído que
“las palabras que nunca llegaron a la última versión tal vez eran mejores
[porque] Tienen la gracia de las cosas perdidas: la puerta que no abrimos, el
amor olvidado”. Luego nos vimos la cara en la
Feria Internacional del Libro de Guadalajara en el 2015, entre
la demasiada gente nos dimos un abrazo y se fue a leer sus poemas
incluidos en la Antología General de la Poesía Mexicana de Juan Domingo Arguelles. En
aquel fastuoso momento yo empecé poco a poco a, lo que ella llamaría,
“Memorizar lo que no fue [a] recordar lo que será”. Por eso suscribo que
presentar un libro es una acción afectiva: en pasado y en futuro.
De mi lectura de LEER A LOS AMIGOS me
nace una pregunta y luego otra: ¿De
qué sensibilidad proviene un libro que contiene textos que hablan de
otros libros y de otros autores? ¿Acaso no es éste un gesto de humildad y
de puro goce por compartir? Me siento en medio de un proceso
narrativo que imbrica a otras narraciones de forma análoga
a LAS MIL Y UNA NOCHES de Abu Abd-AllahMuhammad, o
bien, a INCEPTION [El origen] de Christopher Nolan. De
repente me encuentro leyendo la ágil y poética pluma de Carmen
Villoro y al mismo tiempo conozco y reconozco a Hugo Gutiérrez Vega, a Jorge Esquinca, Mónica
Ornelas o Ricardo Yáñez.
LEER A LOS AMIGOS funciona como una
ventana, un anzuelo o un trampolín. En los tres casos lanza al
lector por todo lo alto y lo lleva a encontrarse con otros universos
narrativos, diferentes sensibilidades, distintas propuestas. Es
una suerte de hipertexto que le propone al lector elegir su camino de
entre varios posibles. Así pues, tú lector, puedes tomar atajos o
trayectos más largos, puedes elegir al azar o puedes seguir la ortodoxa
práctica de ir de la mano del índice. Puedes hacer prácticamente lo que
quieras. Hasta dejar de leerlo y regresar sin preocupaciones para
continuar con nuevas rutas.
LEER A LOS AMIGOS es un
artilugio que dialoga con las nuevas formas de enfrentarse a un
texto. Comparte características con el relato digital, por ejemplo:
Vincula autores, inserta textos originales, manipula conceptos, genera
hipervínculos. Sólo falta darle un clic a alguna palabra para que se abra de
manera tridimensional su definición. De esta manera, las letras de Carmen
Villoro funcionan como un laberinto de 57 puertas que abren
posibilidades y pasadizos secretos. ¡Qué fascinante libro
análogo, pero con espíritu digital!
Carmen Villoro en su afán alquímico
presenta en frasquitos como capítulos, invitaciones seductoras,
caricias textuales, guiños provocadores hacia la obra de sus amigos.
A través de esta mística, tú
lector-lectora, vas a enterarte que VENIR DEL AGUA, texto de
Karla Santodomingo “es un oleaje preciso que baña el interior y rompe
en la orilla del lenguaje”. Que “Elenita [Elena Méndez] busca
por primera vez en la vida el bien para sí misma” con su texto BOTANA
VIRIL. O bien, encontrarás que el tema de ‘los amigos’ aparece en BUSCADO
AMOR de Hugo Gutiérrez Vega y que junto con la idea de El “nosotros” son
constantes en la poesía del autor, y como muestra un botón:
Éramos pequeños frutos
Demasiado verdes
Y ya desprendidos de las ramas.
Éramos grandes preguntas
Absortas en la noche.
Éramos el rescoldo de la hoguera,
Los enrojecidos restos
De una antorcha.
Y Así, andar con la mirada y los
sentidos expuestos, las presentaciones que Carmen Villoro hizo para sus amigos,
es hacer un road-trip por la carretera de 20 años de su escritura, de
su poética, de su proceso creativo, de los giros de su lenguaje. Leer
su prosa es como hacer una carrera xtrail. Es decir, “correr fuera de pista” de la pista del poema y
enfrentarse a senderos de montaña, huellas, rastros o caminos secundarios.
Yo que soy un lector intrépido, o de eso al menos me jacto, leer el devenir de
la escritura de Carmen Villoro ha sido cruzar arroyos y ríos, con grandes trepadas y abruptas
bajadas.
No quisiera ser un ‘spoiler’
del contenido, los textos o los autores que incluye esta obra. Quiero
ser lo que ella fue para sus amigos: un puente, una enramada o
un par de alas, para llevarlos a ustedes lectores, a formar parte de este
andamiaje de amistades que saben de los placeres de compartir la
literatura.
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