El
héroe entró al laberinto con el hilo atado a la cintura. Poco a poco el
ovillo, en manos de Ariadna, se fue achicando, hasta que se agotó. El
hilo se puso tenso. Si lo soltaba, perdería a Teseo para siempre. Sin
vacilar, lo siguió. Recién cuando estuvo en la parte más oscura, el hilo
se detuvo. Oyó los ecos de una lucha lejana. Luego notó que el hilo
aflojaba: él estaba regresando. Ovilló rápidamente, hasta que pudieron
abrazarse en la oscuridad. Atados y perdidos en el interior del
laberinto, no tienen más remedio que seguir juntos, hasta que la muerte
los separe.
Eduardo Gotthelf
Argentina (1945)ATADURAS
No hay comentarios.:
Publicar un comentario