OSCAR DE LA BORBOLLA: MINIBIOGRAFÍA DEL MINICUENTO (fragmentos)
La vida puede tener mucha paja, en
cambio la literatura es por fuerza sintética. Ahora sé que el resumen
se logra mediante la elipsis, que para cargar de asunto las palabras es
necesario suprimir esa necia y sosa infinidad de detalles que sobran, y
sé que el minicuento es el fruto de la máxima elipsis. Esto lo aprendí
no en los libros, sino en los cementerios, pues la muerte es la elipsis
por antonomasia, la que suprime en serio, y por ello suelen ser tan
serios y tan elípticos los epitafios. Así, nada tiene de extraño que el
minicuento haya surgido emparentado con la muerte y que los panteones
de todo el mundo sean insuperables antologías del minicuento.
Ahora, para terminar, voy a ofrecerles, en primer término, el mejor
minicuento que conozco, en segundo, el más famoso y, finalmente, uno
hecho por mí para esta ocasión y que, espero, sea el definitivamente más
corto de cuantos puedan inventarse:
El mejor minicuento que
he leído está en una lápida del Panteón Jardín: consta de una sola
palabra, pero es una palabra que resume la vida de varios personajes,
que muestra la pasión, los disgustos, los desgarramientos, la traición,
los celos, la decepción, la rabia. Sobre una sobria piedra negra puede
leerse esta hondísima historia: “Desgraciada”.
El más famoso
minicuento forma parte de la literatura épica y está armado con narrador
autodiegético: es la archiconocida frase dicha por César al vencer a
Farnaces: “Veni, vidi, vici”. Aclaro que César la compuso con cabal
conciencia y con plena intención de síntesis, pues buscaba informar al
Senado, con una historia rápida, la rapidez de su victoria.
El minicuento más breve posible empecé a componerlo en mi perdida
pubertad de paseante de panteones, en los tiempos cuando descubrí mi
vocación literaria y filosófica. En él se resumen no sólo mis dudas
ante la vida y la muerte, sino la incertidumbre universal del hombre
ante el destino. Este minicuento dice exclusivamente: “¿Y?”