Los dioses descontinuados andan entre los hombres.
Y van lentos, felices, desempleados, paseando de la manera más soberana y más irresponsable. Sin rayos en las manos, sin tener que inventar ni venganzas, ni tramas.
Se toman su cerveza en el café de la esquina y escriben versos a veces, donde cuentan los verdes de los árboles.
A veces una uña les recorre la espalda, es el miedo transparente y helado de que los hombres vuelvan a creer que sí existen.
Eduardo Casar
"Dioses que no"