sábado, 28 de septiembre de 2013


Escribo por un deseo de darle permanencia al mundo. (A. Mutis)

Resolví escribir poesía
y publicarla
para que estuviera
al menos en mí
intacto y permanente
el recuerdo de mi mundo.


ÁLVARO MUTIS


Le iba pedir perdón
pero ya me acordé que el tiempo no perdona.



 

@noescafe


Hay que querer en serio;
no importa que no sea todo,
no importa que no sea mucho,
pero en serio.

 



@TiempoDetenido

Uno lo va tejiendo sin saber y sin darse cuenta.
Cuando todo llega a cierta madurez,
ya el camino está hecho. Ese es el destino.




 

Álvaro Mutis

jueves, 26 de septiembre de 2013



"Sueños de cartón"
Cartonería de Guadalupe y Francisco Coronel
en Hércules, Querétaro.

Alguien llamó por mi nombre
a mi corazón dormido,
tierno y cálido sonido
mezcla de dulce y salobre.
Tejido con oro y cobre

manto de las ilusiones
me enredaste entre renglones
y escritos con arte fino;
!qué hechicero es el destino
cuando embruja corazones!
 
 

Rosario Sánchez

domingo, 22 de septiembre de 2013


Lo nuestro fue tan fugaz
que una estrella nos vio
y pidió un deseo.


 
@WSole

jueves, 19 de septiembre de 2013


Se me descompuso la calculadora,
ahora todo me da igual.


@tintan_pachuko



       Contaba con una biblioteca de caoba que conservaba más de ocho mil volúmenes encuadernados en cuero, algunos de los cuales eran auténticos tesoros. Aquél era el lugar preferido por Atticus para pasar los solitarios días de su encierro, viendo llover por las ventanas, recordando a Lisbeth, alimentando el fuego y curioseando entre aquellos libros, que, hasta el momento, sólo le habían parecido objetos de adorno. Descubrió filosofías antiguas, mentalidades vanguardistas, grabados valiosísimos, postales en blanco y negro de lugares ya inexistentes, perversiones asombrosas, vidas de santos, Byron, Keats, Beckett, todos mezclados en su biblioteca y en su cabeza, en una amalgama de miel y limón.
Los fines de semana la casa se llenaba de vida. Regresaban sus padres de Londres, aparecían sus amigos, Holden traía al pequeño Oliver en una mochila colgado a la espalda y la biblioteca se transformaba en un salón donde se tomaba el té y se hablaba a gritos.
El domingo por la tarde, Atticus sentía una ansiedad inexplicable, como de bicho raro, anticipando el momento en que todos ellos se subieran a sus coches y desaparecieran por el camino de los castaños y él, por fin, recuperara el control de su ejército de relatos y poemas.




 

 
Mamen Sánchez
"La felicidad es un té contigo"

Foto del muro de Óscar de la Borbolla

***

Me hace pensar en ese silencio que se queda atrapado en las baldosas de un Jueves que fue algo que no solía ser y que, de alguna manera, seguía siendo

Carlos Sajim
(fragmento)

lunes, 16 de septiembre de 2013

      A Toby le gusta ver pasar a la muchacha rubia por el patio. Levanta la cabeza y remueve un poco la cola, pero después se queda muy quieto, siguiendo con los ojos la fina sombra que a su vez va siguiendo a la muchacha por las baldosas del patio. En la habitación hace fresco, y Toby detesta el sol de la siesta; ni siquiera gusta que la gente ande levantada a esa hora, y la única excepción es la muchacha rubia.

Para Toby la muchacha rubia puede hacer lo que se le antoje. Remueve otra vez la cola, satisfecho de haberla visto, y suspira. Es simplemente feliz, la muchacha ha pasado por el patio, él la ha visto un instante, ha seguido con sus grandes ojos avellana la sombra de las baldosas.

Tal vez la muchacha rubia vuelva a pasar. Toby suspira de nuevo, sacude un momento la cabeza como para espantar una mosca, mete el pincel en el tarro y sigue aplicando la cola a la madera terciada.

 


 
Julio Cortázar



¿Me guardas este silencio?... 
Es que si me lo quedo, lo rompo.



@proxemica

sábado, 14 de septiembre de 2013

 
¿Quién es nadie
y por qué siempre me extraña?


@tintan_pachuko

miércoles, 11 de septiembre de 2013



Un arquero quiso cazar a la luna. Noche tras noche, sin descansar, lanzó sus flechas hacia el astro. Los vecinos comenzaron a burlarse de él. 
Inmutable, siguió lanzando sus flechas. 

Nunca cazó la luna, pero se convirtió en el mejor arquero del mundo.



Alejandro Jodorowsky 

martes, 10 de septiembre de 2013


Ballet folklórico en Bernal, Querétaro.

Se apagó el fuego; 
ya no llamas.


@Adriana_bello

domingo, 8 de septiembre de 2013

"Por dentro la ilusión no se rehace;
por dentro el ser sigue su ruina y yace
como si fuera nada."


 
Jorge Cuesta.
Canto a un dios mineral

miércoles, 4 de septiembre de 2013

VIAJAR


Viajar, como dormirse, es un peligro siempre
y una promesa cada vez.
Es lógico temer a los peligros, sin embargo la intensidad de las promesas aniquila cualquier miedo. Eso lo saben los que se han enamorado alguna vez. Lo sabemos todos. No hay un miedo más implacable, ni más suavemente hecho a un lado que el que nos cruza por el cuerpo cuando el remolino de los deseos se vuelve en busca de la promesa que otro nos hace con sólo existir frente a nuestros ojos. 
Viajar, dormir, enamorarse, son tres invitaciones a lo mismo. Tres modos de irse a otra parte, a un lugar, a lugares que no siempre entendemos, que nunca gobernamos, que cada noche son distintos, y cada mañana nos deslumbran y asustan como una tarde de granizo en octubre.
¿A dónde van los niños mientras duermen? ¿En los oídos de quien gritan su júbilo? ¿De qué mundo traen el horror que los despierta en mitad de la noche? ¿Quién los oye y consuela durante horas y horas hasta devolverlos a la orilla del día con las mejillas lustrosas y las piernas exaltadas, con un hambre de primer día en la vida y una dicha voluntariosa y fascinante?
¿Qué sueños invocamos los adultos al viajar? ¿Por qué no sabemos estarnos quietos? ¿Qué consuelo buscamos suspendidos en mitad del cielo, presos de un avión y libres de todo lo demás? No sabemos estar demasiado tiempo en nuestras camas. ¿Días y noches metidos sin remedio en nuestras camas convertirían el cielo en cielo y la necesidad en sosiego? ¿Podría uno sin horrorizar a los demás, sin sospechar de uno mismo, quedarse en una cama en lugar de subirse a un avión, tomar un tren, agotar una carretera, ir por la nieve con algo más que un barquillo? Porque hay lugares que uno visita, en su inmensa necesidad de soñar, por los que la nieve se camina, en lugar de sorberse.
Quedarse en una cama hasta soñar es algo que uno no puede permitirse. Suena el despertador, aparecen los niños con un cepillo, llega el plomero, llega el teléfono, llega el recuerdo de un hombre que añoramos silbando una tonada militar en domingo, llega la peregrina pero incesante certidumbre de que no hay peor pecado que el de omisión, llega la remota memoria de la clase de siete, del parque en espera de nuestros pies, del sol pegando en la ventana como un enemigo.
No se puede dormir en una casa con gente porque la gente hace ruido y en una casa sin gente porque hace falta. No se puede dormir desde temprano porque uno cree que el día se acaba cuando él quiere y no cuando uno quiere, uno cree que las sorpresas pueden aparecer al último momento y que entre más tarde se vaya uno a su cama más delirio puede robarle a cada noche. No se puede dormir hasta tarde porque tal vez sucedan las cosas que no sucedieron el día anterior y uno no podría perdonarse si entre las nueve y las diez al mundo le da fiebre y uno estaba en soliloquio con la almohada perdiéndoselo todo.
No sabemos dormir más de lo inevitable porque en algún momento alguien nos dijo que dormir demasiado atontaba y que sólo los necios soñaban despiertos. En general parece regirnos la creencia de que sólo los necios sueñan, incluso cuando duermen. Dormir está desprestigiado, por eso viajamos cuando estamos urgidos de peligro y promesas.
La otra opción sería enamorarse, pero enamorarse con la euforia que uno se puede permitir cuando viaja, con la disposición al tiempo perdido, a las esperas, a las decepciones, al hartazgo y las comidas insólitas que uno encuentra cuando viaja, es algo que después de cierta edad se ve ridículo. Está aún más mal visto que dormir. Es como dormirse a media calle, como andar en piyama por Reforma, como ser un sonámbulo que cruza sin precauciones por División del Norte.
Lo común es creer que el enamoramiento es una enfermedad de los jóvenes, de los muy jóvenes, de los que todavía no saben su profesión ni persiguen su destino, de los que pueden perder el tiempo en contemplar a otro, de los que duermen más de ocho horas, escriben cartas a mano, y no saben muy bien la ropa que les va. Enamorarse es tejer una promesa emparentada con la quimera, es un peligro que los adultos no pueden llevar a cuestas sin torcerse la espalda.
Por eso, cuando se trata de correr riesgos o buscar promesas. lo más seguro es viajar.


Ángeles Mastreta

martes, 3 de septiembre de 2013


Me tendí, como el llano, 
para que aullara el viento. 
Y fui una noche entera 
ámbito de su furia 
y su lamento. 




Rosario Castellanos